jueves, 11 de marzo de 2010

Unidad fe-vida


"Me gritan tanto tus hechos que no oigo lo que me dices", proclama un refrán. No convencen las palabras, discursos y elucubraciones sino la coherencia de los palabras con los hechos y actitudes.
Puedo hablar maravillas en este blog de lo que los padres y madres deberíamos valorar mucho con nuestros hijos e hijas, pero si en mi casa empleo más tiempo en despotricar de lo mal que hacen otros las cosas que en hacerlas bien yo mismo... ¿quién me va a tomar en serio?, pues... muy sencillo: sólo quien no me esté viendo.
Lo mismo ocurre con nuestra fe cristiana y lo que esa fe tiene de trascendencia en la vida. "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos sino aquél que escucha la Palabra y la pone en práctica" -lo dijo Jesús de Nazaret-, más claro agua.
A menudo nos quejamos de nuestros hijos e hijas porque "no van a Misa, no leen la Biblia o no les vemos hacerlo y tienen actitudes que demuestran poco sentido cristiano". Preguntémonos en primer lugar si ellos mismos no pensarán igual de nosotros; en segundo lugar, pensemos en lo que hemos hecho y dejado de hacer para que vivamos la situación que estamos viviendo (no para culpabilizarnos sino para tener la ocasión de revitalizar una COHERENCIA que nunca se debiera haber perdido), y hallaremos la paz con nosotros mismos y mayor naturalidad en el trato con nuestros hijos, seremos más creíbles, seremos más visibles, no andaremos a trozos.

2 comentarios:

  1. Los cristianos tenemos una misión: "Anunciar la Buena Noticia al mundo y esa Buena Noticia es que Dios nos ama incondicionalmente y sin límites y si por alguien tiene predilección es precisamente por los más necesitados, los que sufren, los perseguidos por causa de la justicia, los desheredados,...".
    Pero... si el mundo ve que nuestro proceder y nuestro compromiso con los predilectos de Dios se dan de tortazos porque no coinciden en nada o en bien poco... ¿cómo va el mundo a entender nuestro mensaje?.
    Es cierto lo de esta "etiqueta": No podremos animar a nuestros hijos a vivir la fe que decimos tener si nosotros mismos no nosenamoramos de Cristo y no nos decidimos a vivir de acuerdo con Él. ¿A qué esperamos?, ¿qué nos impide ser íntegros, honestos con nosotros mismos?.

    ResponderEliminar
  2. Cuando me levanto por la mañana ¿Me sorprendo del sol que sale hoy para mi? Y de mi marido al que doy en primer lugar los buenos días ¿doy por hecho que está? y con los compañeros de trabajo ¿me sorprendo de que están cundo llego? porque podrían no estarlo y de mis alumnos...? y así podría seguir diciendo. Porque todo es signo de Su Presencia (Todo consiste en Él) y sin embargo no me sorprendo por nada a diferencia de un niño pequeño donde todo llama su atención.
    Si no tengo la sencillez y la mirada de un niño el Señor estará fuera de la realidad que vivo; luego como siento que me falta algo acudiré a Él pero no será más que un añadido a la realidad que vivo. Por eso no hay unidad en nuestra vida.

    ResponderEliminar